Mariposas amarillas por Gabriel García Márquez.

Hace unos dos años y medio que Gabriel García Márquez se evaporó como la lluvia que asolaba Macondo en Cien años de soledad. Y creo que todo el que aprecie su literatura le añora. Pero por suerte y por fortuna, antes de poner rumbo a su nuevo viaje, nos dejó cuarenta y dos obras maestras, un montón de cuentos innumerables artículos periodísticos y magia.

© Depositphotos.com/@ belchonock

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Nació un 6 de marzo de 1927 en Aracataca, un pueblo remoto fuera de todos los mapas conocidos y se crió entre historias llenas de espíritus vivos, premoniciones y augurios, y de plataneros y diluvios. De sus libros brotan las flores y mariposas amarillas que adornaron su infancia y marcaron su camino. Desde su más tierna y temprana edad, el escritor colombiano, mexicano de adopción, estuvo influenciado por los relatos de su abuela y de su abuelo, piezas clave para que en sus obras siempre hubiera ese toque de fantasía que hilvanaba la realidad. La escritura era claramente su destino.

Sin embargo, no fue hasta mucho tiempo después que el mundo escuchó su nombre con megáfono y eco por primera vez. Después de cuatro libros publicados desde sus veinte años y una larga carrera como periodista que había regalado su inconfundible prosa a muchas editoriales, llegaba a la ciudad de México un 2 de julio de 1961 “sin nombre y sin un clavo en el bolsillo”. Sin oficio y sin beneficio y con treinta y ocho años bajo su piel, Gabriel se sentó frente a su máquina de escribir en el número 19 de la calle La Palma del distrito San Ángel y comenzó a mecanografiar aquella memorable e insigne frase que daba comienzo al fruto de su pasión y que le haría dichoso y querido.

Gabriel y Mercedes, su mujer.

Gabriel y Mercedes.

Él mismo relata en el discurso que preparó con motivo de la celebración del cuarto Congreso Internacional de la Lengua Española llevado a cabo en Cartagena de Indias a finales de marzo de 2007, como no ganó ni un sólo centavo durante los dieciocho meses que estuvo escribiendo su obra cumbre. También se atreve a decir, con tono de irónica tragicomedia, que un libro mucho mejor habría sido el que contara las dificultades que pasaron él y su familia, y cómo consiguió Mercedes, su mujer, que “no faltara ni un día la comida en la casa”. Otro de los sucesos relacionados con la creación de su obra cumbre, que relata en este discurso y que me parece muy interesante, fue el ocurrido a su mecanógrafa y correctora Esperanza Araiza, que le confesó años después, que cuando volvía a su casa con la última versión corregida por él mismo, al bajar del autobús y a causa del diluvio, las hojas cayeron y se empaparon en el agua que cubría las calles. Gracias a la ayuda de los otros pasajeros, puedo recogerlas todas y secarlas una por una con una plancha en su casa. Cuando oí esto salir de sus propios labios, pensé que, pasara lo que pasara, una gran obra nunca sería acallada. Eso me tranquilizó. Pero si los lectores de Gabriel hubiésemos sabido en ese momento lo que había ocurrido con los pasajes que escribían la historia y metamorfosis de Macondo, no habríamos podido dormir en mucho tiempo como no lo pudo el pueblo místico – y mítico – pueblo cuando sufrió la enfermedad del insomnio.

Creo que sería muy interesante que vierais y escuchárais lo que este fantástico escritor dijo en el discurso que antes he mencionado y que apenas dura catorce minutos. Y además, os facilito aquí un enlace de El País con todos los artículos que Gabriel García Márquez escribió para este diario, además de, un listado de veintisiete cuentos suyos que podéis leer online.

http://www.youtube.com/watch?v=HSqU6PWxKYg

 

He leído montones de libros sobre Realismo mágico – una de mis temáticas de literatura preferida – y creo que junto a Isabel Allende y Mario Vargas Llosa, Gabriel es uno de sus más puros y fieles representantes. Me apena saber que nunca volverá a haber otra noticia que diga que Gabo, como le conocían sus seres queridos, va a publicar una nueva novela, una nueva historia. Pero sí me alegra saber que todavía me quedan por leer muchas de ellas y que seguiré alimentándome con cada una de sus palabras para nutrir las mías. Como agradecimiento se lo muestro en este pequeño homenaje.

Hoy sin embargo él está aquí, porque no ha diluviado, porque no murió. Porque vuelan mariposas amarillas por Gabriel García Márquez.

Maite M.